Estos coches siempre tienen una larga historia a sus espaldas, y el deportivo francés no es una excepción. La matrícula y los números del bastidor dicen que un tal Georges Pavia compró el coche en 1925 y lo matriculó en Nancy, Francia. Tras un uso en competición se le reemplazó la carrocería, probablemente a finales de los años 20.
Se cree que en 1933 el coche fue vendido a Marco Schmuklerski, un arquitecto suizo de origen polaco. Marco vivía en Ascona, junto al Lago Maggiore, donde trabajaba en el diseño y construcción de nuevos bloques de viviendas. El coche fue importado a Suiza de manera ilegal, sin pagar las tasas de aduana y los impuestos de matriculación. El Bugatti fue usado regularmente por el arquitecto hasta el verano de 1936, cuando se mudó a Zurich. Abandonó el coche en un barracón adyacente a una de las obras.
El coche fue comprado por un museo californiano, donde será expuesto.